Quise tenerlo todo, y sin embargo solo fui capaz de acercar la pistola a mi sien y acostumbrarme a pasar toda la vida escribiendo lo que pudo haber pasado.
El sabor de la sangre, y el ruido compacto de cuando todo explota. De cuando ya no queda nadie más.
Ni nada más
que
recuerdos.
Quizá fue mejor el disparo, la risa, la gracia, la duda, el desgarro.
Quizá fue mejor quedarse con la incógnita de lo que pasa en las noches frías de mayo, cuando nace la excusa y muere el llanto.