Si algún día te vas, no hagas ruido. No necesitarás marcar tus pasos para salir, porque ya se clavaron en mí el día que entraste. Si algún día te vas, perdóname. Perdóname por no saber hacer que te quedaras, a pesar de que lo intentase, de que fracasase y te dejase ir al fin, porque tú decidiste cuándo quedarte, y tuya era la decisión de cuando partir.
Si algún día te vas, intentaré olvidarte. Cerraré los ojos cuando llegue el invierno y los primeros días de diciembre no me lleven, por primera vez, a tu piel. Pensaré en ti hasta que un día, cuando el tiempo haya borrado de nosotros lo suficiente, pueda empezar a confundir tu olor entre el resto de la gente, y las calles que un día nos recibieron, sólo nos digan adiós.
Si algún día te vas, no mires atrás cuando cierres la puerta. Quédate con todos esos momentos que nos hicieron vivir, antes de que el amor muriera. Quédate con las sonrisas, y el viento, con las miles de mariposas que comenzaron este cuento y con las mismas que nos acompañaron hasta su fin.
Si algún día te vas, gracias. Porque pudo haber sido infinito sin ti, pero volvería a hacerlo mil veces efímero contigo.
Y eso, es lo único, que puedo decir.