Comienza la ansiedad. Me duele el pecho del sólo hecho de pensar en el momento en el que tenga que cerrar los ojos. Miles de imágenes se agolpan tras mis retinas y cientos de garras se clavan en mi garganta, haciéndome imposible gritar, a sabiendas de que con todo, nadie sería capaz de escucharme.
Trago saliva y el juego comienza.
Miedo.
La decisión que no tomaste. La reconciliación con olor a libro viejo. Un manual sobre cómo esconderse del averno y mil razones para no volver nunca más. Canciones tarareadas en forma de adjetivos demoledores, ganas de un viaje de huida sin retorno y cientos de razones por las que nunca ser feliz.
Miedo.
Dudas existenciales sobre qué parte de mí debería morir primero, y una tesis doctoral sobre cómo hacerlo.
Miedo.
La oscuridad me abraza retrotrayéndome prácticamente dos años atrás, y yo simplemente me dejo guiar por ese lazarillo que ahora me mira de soslayo creyendo intuir mi final. Hipócrita.
Nos vemos en el infierno.
Aunque yo ya esté encerrada en él.
Miedo.
Excelente texto
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Muchísimas gracias 🙂
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