Sé que si algún día nuestros caminos se separan, y otra te abraza cuando tengas frío, no estaré triste. Viviré de esos momentos que nunca llegamos a vivir pero yo vivo soñando. He aprendido a imaginarme la vida como a mí me gustaría vivirla. He sabido con el tiempo que nunca nada de lo que quiero llega a hacerse realidad. Por eso cada vez que ocurre algo que no esperaba me encierro en la cara B de ese disquet donde puedo componer la canción de mi vida. Así que si alguna vez esto se rompe, no te preocupes. Yo ya viví lo que quería estando, sin estar, contigo.
Archivo de la categoría: SINCERICIDIO ATEMPORAL
S
Ella me ve llorar cada día con los ojos inyectados en reproches que llevan tu nombre. Creo que ya no la caes bien, como todas aquellas personas que han entrado en mi vida para convertirla en el más absoluto desastre aunque fuera casi sin querer. Ya no sabe que hacer para verme como antes, hace tanto que no me ve sonreír de verdad que a veces se asusta cuando solo soy capaz de repetir que ya no puedo más. Todo el mundo sabe mi nombre y quizá lo que me gusta hacer después de salir del instituto un viernes por la tarde, pero ella me conoce. Ella sabe con una simple mirada cual es el motivo de mi tristeza, y puede que no sepa como sanarla pero desde luego me hace sentir mucho mejor. Es curioso porque a veces llega a parecer una madre. Sabe que hacer y que decir para que las cosas no me hagan sufrir más de la cuenta y cuando me arriesgo y pierdo sé que no me voy a caer mientras la tenga a ella para sujetarme.
Si no fuera por ella ahora no estaría llorando por ti, pero tampoco podría haber experimentado que se siente cuando por una vez las cosas salen bien.
A veces no quiere decir lo que piensa por miedo a darme unas alas que otro imbécil pueda cortar. Algunas veces le grito mis miedos y ella se queda quieta, callada, hasta que yo termino en un mar de lágrimas y ella me da un abrazo de esos que le dan sentido a todo.
Dice que todo se consigue luchando, y yo he luchado aunque me haya costado más de lo que en un principio pudiera imaginar, así que si algún día acabamos juntos, dale las gracias a ella.
Suelo tener miedo de perderla, ya que a veces mi carácter no es ni para tirar cohetes ni mucho menos para quererme soportar. Pero ella se queda. Siempre se queda, por mucho que sepa que ha empezado el invierno, que estoy enamorada de un imposible y muy lejos de mi hogar. Ella sabe perfectamente que se avecinan tiempos difíciles, pero a ella también le gusta el invierno.
Aunque este año el invierno, solo trate de ti.
¿Cómo va todo?
La gente quiere escuchar un ‘todo va bien’, porque si escuchan un ‘todo va mal’ eso significa que se tienen que quedar después a saber el porqué, aunque en realidad les importe una mierda que te hayas pasado los últimos meses llorando, queriendo tan sólo un abrazo de alguien que lo supiera dar de verdad.
Nunca hay un ‘todo va bien’ al menos para mí, aunque lo diga. Siempre hay reproches, llantos, exámenes, llamadas a las cuatro de la mañana, bajones a las tres de la tarde, noticias de esas que sin quererlo te joden el resto del día, y personas que hacen imposible tu vida y se quedan en ella para asegurarse de que todo va mal.
Siempre falta algo. Siempre falta un beso al llegar a casa, un abrazo de esos que quitan el sentido y el aliento también, un ‘te quiero’ inexperado, un ‘todo va a salir bien’ de la persona indicada o simplemente alguien que te caliente los pies cuando llegue la noche.
Y esta noche, tengo los pies fríos.
Locuras.
Yo no soy una chica de cometer locuras, ¿sabes? Pienso demasiado las cosas y bueno, de tanto pensarlas acabo por no hacerlas, al menos la mayoría de las veces. Porque son locuras, y las locuras hacen daño si al final salen de la manera opuesta a como tú te las puedas plantear. Voy a dejar de hacer locuras, al menos hasta que entienda que en mi caso y en el tuyo, nunca salen bien.
Bailar y caer rendida.
Ojalá pudiera bailar con la fuerza que lo hacen los que pueden y no se dan cuenta de lo que eso significa. Ojalá pudiera correr hasta quedarme sin un aire que sólo la satisfacción de poder hacerlo me podría devolver. Ojalá simplemente pudiera romper las barreras que se alzan arropadas por las inseguridades que me corrompen día a día. Ojalá no existiera el «no puedo» para no volver a tener que decirlo con los dientes apretados y una sonrisa tan falsa que apenas pudieran sostener mis labios. Ojalá simplemente todo fuera diferente y yo no hubiera aprendido lo que es caerse antes de, ni siquiera, aprender a andar.
Y yo escribo.
Escribir es algo más allá de garabatear palabras.
Escribir es desnudar tu alma,
es abandonar tu mente
y llenar tu corazón.
Y yo escribo,
porque escribir me da la vida.
Hoy
He dejado a mi mente dando tumbos por culpa de un caótico e indeciso corazón. Ya no me sale mentir, decir que todo está bien cuando existe ese opuesto que me acompaña siempre. Hoy ha sido uno de esos días malos. De los de no querer levantarse de la cama y ni siquiera molestarse en mirar la hora y asegurarte de que el mundo no se ha olvidado de ti. Simplemente las horas han pasado mientras intentaba quitarme la costra y dejar que esa herida cada vez más grande saliera a la luz. Era demasiado grande como para seguir ocultándola debajo de todas esa felicidad hueca. Vacía. Calculada. Fría. Carente de verdad. Otro día malo, ya sabes, de esos que nunca se van pero sabes esconder de forma brillante debajo de esa sonrisa de esfinge perfectamente ensayada.
Sandra Haya
Arce es nombre de árbol, y Haya también.
Posiblemente sea porque ha sido mi único apoyo, la única que sabe todas y cada una de mis faltas, mis secretos y mis miedos. Quizá fue cuestión de azar, de suerte, del simple destino que hace con nosotros lo que se le antoja sin ni siquiera preguntar primero. Ese hilo rojo que nos mantiene unidos a esa persona que significará algo en tu vida y dejará huella en ella.
A veces me pregunto que hubiera pasado si ella no hubiera entrado en mi vida, si esa conversación que propició un acercamiento nunca hubiera existido, si ese momento de dejar los reproches y las mentiras a un lado nunca hubiera llegado. Siempre quise una amiga así, que estuviera ahí en las buenas en las malas, encerrada conmigo en la oscuridad y llevándome de nuevo hacia la luz. Como si fuera mi cuidadora, esa que día a día me ayuda a diferenciar entre lo que está bien y lo que está mal y me advierte de los simples peligros de la vida. Como una amiga, como una hermana, como mi apoyo incondicional, como esa persona que pase lo que pase, aunque sean los años, siempre estará ahí.
Sandra Haya
Ella.
Él nunca quiso escuchar lo que el corazón de ella latía, ansioso, por ser escuchado. Él vivía atado de pies y manos a unos celos que habían sido fundados en relaciones fracasadas del pasado. Ella lo entendía pero poco a poco su corazón se iba cerrando hacia aquel hombre que sólo escuchaba lo que sus miedos, ansiosos por destruir cualquier ápice de esperanza, se dignaban a decir. Y por mucho que el amor predominara en su mirada cuando de manera furtiva la observaba, ella echó a volar, antes de que él cortara sus alas.
Sandra Haya
Vacía de mí.
Mi voz se convierte en un susurro imperceptible a medida que abandonas mi vida. Dejando a esa niña solitaria que siempre fui. Dejando que me consuma por las inseguridades y las dudas ahora que tú no estás. Intenté ser diferente, lo juro. Intenté ser fuerte por una vez pero perdí. Perdí la batalla contra ti y contra mí misma. Las lágrimas ya no salen. Estoy vacía por dentro. Vacía de ti. Vacía de mí.
Sandra Haya