Han sido muchos años escribiéndole al amor; a veces imaginario, a veces esquivo, a veces simplemente real y doloroso.
Paralelamente a aquello, fui cediendo ante la incompatibilidad, ante la rutina, ante la verdad demoledora que suponía saber que el amor siempre sería una posibilidad, cuya reciprocidad era tan cuestionable como su propia esencia.
Me repetí mil y una veces, tras hablar con muchas bocas que habían jurado en nombre del amor, y languidecido poco después tras su ausencia, de que perseguía una quimera, anticuada, desolada, irreal, y de que la única forma de escapar era olvidarme de ella.
Claro que, luego, te conocí a tí.
Una parte de mí lo supo desde el principio, la otra esperó pacientemente tras la puerta hasta que decidiste entrar, pero las dos tenían tatuado tu nombre a fuego, y tus ojos azules envidia del mar.
Me sonreíste en aquella terraza, mientras el mundo parecía no ser consciente de que esa noche, por fin, había empezado todo lo que jamás tendría vuelta atrás.
Y desde entonces
has sido el sueño en el que vivo aunque esté despierta,
el beso de buenas noches que lo cura todo
la canción que cantas constantemente en mi cabeza,
el sentir perpetuo de que todo va a salir bien,
y la sensación irremediable de que,
ésta vez,
es cierto.
Y es que siempre serás
El abrazo que todo lo cura,
la caricia que junta mis grietas
la mitad que me hacía falta incluso cuando estaba completa
la sonrisa que acucia mi alma,
y que me acuna,
y que me mata.
Alguna vez podré escribirte sabiendo descifrar todo lo que emana mi pecho, pero no tengo prisa porque nos sobra tiempo, no tengo excusas porque ya no existe duelo.
No tengo miedo
porque
te tengo
a ti.

Hola Sandra, que bonitas palabras! Me has alegrado el día
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Sandra muy lindo como le escribiste al amor ! Ojala yo pueda volver a sentir eso que vos has sentido, una de las sensaciones mas lindas del mundo.
El chico del bus, bilbao – santander
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