Soy la gota que colmó el vaso. Las manillas de un reloj que perdió la hora pero no las ganas de seguir andando. Soy el punto y final de la historia interminable. Soy un polvo sin beso, una huida sin regreso, una película de amor sin final feliz.
Soy la exclamación del grito, del progreso, de la risa, del viento, del orgasmo coronando una tarde de domingo, antes de volver a la rutina e ir a trabajar.
Soy la heroína de mi historia, aquella que corre por las venas de los que me leen sin saber que lo que tienen delante no es poesía; si no desastre. Que Roma llora pensando que sus ruinas jamás estuvieron tan cerca de la palabra ‘amor’.
Soy el recuerdo de tus mejillas como si fueran Troya, la razón de tu mala memoria, tu canción favorita antes de dormir.
Soy la causa y el efecto, la versión buena y mala de la historia; tu jodida trayectoria, la metáfora de la gloria que sólo te concede los huevos de querer vivir.