Ratita

La primera vez que vi llorar a mi padre fue poco antes de que me operaran por tercera vez. Recuerdo como si fuera ayer que tenía la mirada perdida y la cabeza gacha, mientras caminaba hacia la iglesia, como reconociendo ser la hipocresía andante, ateo en busca de la misericordia de alguien en quién nunca había creído. En ese momento no me di cuenta, de que aunque pareciera estar andando a mi lado, ese hombre caminaba de rodillas en busca de la salvación de lo único que había querido, tanto, como para no dudar en quitarse la vida si pasara algo.

 Durante todo ese proceso de recuperación que tuvo la operación, los dos aprendimos algo. Él comprendió que su hija, iba a tener que caerse muchas veces antes de volver a andar, como si fuera una metáfora de mi propia vida. Yo por mi parte, aprendí a cómo levantarme sin echar a perder todo lo que antes había andado.

Y nos hicimos fuertes juntos, más fuerte de lo que un día me enseñó a ser, más fuerte aún de lo que fue cuando me vio sonreír por primera vez, y sintió que toda su vida cobraba sentido.

Deja una respuesta

Introduce tus datos o haz clic en un icono para iniciar sesión:

Logo de WordPress.com

Estás comentando usando tu cuenta de WordPress.com. Salir /  Cambiar )

Imagen de Twitter

Estás comentando usando tu cuenta de Twitter. Salir /  Cambiar )

Foto de Facebook

Estás comentando usando tu cuenta de Facebook. Salir /  Cambiar )

Conectando a %s