Paloma

De ningún modo lo que yo te diga:
dejar que el flácido rey te atraiga a su lecho,
te pellizque la cara, te llame paloma
y que, con un par de besos inmundos,
o sobándote el cuello con sus dedos malditos,
consiga que aclares el enigma:
que, en realidad, toda mi locura
es fingimiento. Estaría bien decírselo.

Hamlet.

 

Llegará ese día en el que nos crucemos por la calle, y al verme pasear por tu lado, bajarás la cabeza mirando el rumbo que llevan tus pasos. Te arrepentirás mil veces, en ese mismo instante, de haber abandonado tu vida por unirte a una persona que quería vivir la suya, sin ti. Apretarás los labios intentando soportar las ganas de gritarle al mundo que una vez estuviste con alguien que valía la pena, y que preferiste encerrarla en una jaula en vez de dejarla volar, por miedo a que al final fueras tú el que no volara. Te aguantarás las ganas, mientras me aleje, de decirme que sus besos no sabían igual a los que yo te dedicaba entre canción y canción, y que nunca te hizo inmortal convirtiéndote en poesía. Mis pasos se oirán como un eco de tu conciencia arañando las paredes de todo en lo que te convertirte estando con ella. Recordarás la forma en la que mis cicatrices te abrían el alma de orgullo, la forma en la que sonreía después de hacer el amor, mi pecho henchido cada vez que me decías que me amabas…cada puto instante en el que estuvimos juntos, y mientras tanto yo, seguiré caminando.

Truco o trato

Caminas de un lado a otro. Nervioso. Te frotas las manos intentando buscar un alivio que parece inexistente, a medida que las agujas del reloj te martirizan con su sonoro tintineo. Sabes que ella también te ha estado buscando en sueños, que ha dormido en casa de sus padres porque no soporta la sensación de dormir en una cama tan grande, que ha llorado durante horas buscando una solución mágica a todos vuestros problemas. Y ahí estás tú. Con los nudillos magullados de la última vez que se te olvidó contener las formas, y acabaste mandado todo a la mierda, al mismo tiempo que la mesa del comedor quedaba reducida al vacío. Te sudan las manos y los recuerdos tiemblan, anhelando casi tanto como tú, la resolución a un cuento de hadas, con las escenas eliminadas que nunca se atrevieron a enseñarnos. La oyes llegar, sus tacones hacen un ruido de falsa seguridad que reconoces al instante, porque tú sientes lo mismo. Suenan las llaves. Pasas las manos por tu pelo. Se abre la puerta. Te lames los labios. Aparece ella. Comienza la función. 

Pequeña calma en un mundo de tempestad

Ojalá pudiera apartarte de todo lo dañino que produce un mundo al que no le han enseñado a amar. Llevarte lejos de todas esas personas que hoy te miran sonriendo y mañana te harán llorar dándote la espalda. Ojalá pudieras conservar siempre esa inocencia que se clava en mi pecho cada vez que vienes a abrazarme, y que permanece dentro de mí mientras me miras con todo el mar inundando tu mirada. Ojalá nunca te tenga que sujetar sollozando repleto de miedos, ojalá nunca te dejes atrapar por una realidad cruda, malvada, y cada vez más hija de puta.

Otro día en la oficina

Segundo cortado y parece que el teclado me pide piedad después de más de cinco horas intentando que mi jefe se quede satisfecho. Llevo toda la mañana trabajando mientras veo como parejas se despiden, quizá para siempre, y otras que se reencuentran para no separarse jamás. 

Por la ventana veo las, ya cada vez más familiares bufandas, y un escalofrío que parece provenir más del sentimiento de vacío que del apropiado frío de esta estación, recorre mi espina dorsal.

Cierro los ojos y una sensación inunda mi cuerpo por completo.

Abro los ojos; ahí estás tú,

y de pronto ya no es invierno.

Pequeña Freud

Historias que inspiran, expiran, y rezuman poesía.

Mentiría si dijera que no tengo miedo, que no me asusto cuando te acercas o no me consumo cuando te alejas, y te noto distante y fría, y nos noto acabados y sin final.

Mentiría si dijera que no me desarmas cuando sonríes, cuando pareces tener tan controlada la situación que te permites bromear con ella, cuando te tengo tan cerca y apagas la luz.

Mentiría si dijera que no me tienes cautivado. Que no me tienes. Porque me tienes, de principio a fin, de norte a sur, de cama a cama, y vuelta.

Mentiría si dijera que no te echo de menos cada vez que te vas, porque te echo de menos, porque yo tampoco, también, te quiero.

El bar

Pides dos cañas, y me invitas a tu mundo con un chiste para romper el hielo, y una mirada que invita al calor a quedarse. Me quito la chaqueta y te quitas la coraza. De fondo, una voz angelical le canta a un amor tan fortuito con el nuestro. Todo el universo parece pararse cuando te acercas a mi oído y me deleitas diciendo que me has echado de menos. Acaricias mi rodilla. Pasó los labios por tu barba. Y me hueles. Y te beso. Y me muerdes. Y me muero. Y me quieres. Y te quiero.

Mi Frida

Sé que es tarde, aunque sabes que es la hora perfecta para mí. Lo sabes. Lo sabes todo, absolutamente todo. Sabes cómo hacerme gritar de felicidad, o cómo hacer brotar carcajadas catárticas del fondo de mi garganta. Sabes cómo hacerme sentir querida y valorada, y que broten de mis mejillas esas rojeces tan adorables de las que tú tanto te quejas. Me sabes. De principio a fin, de pies a cabeza. Sobre todo de pies a cabeza. De pies. Mis pies. Esos por los que has sentido tanta impotencia y tanto respeto al mismo tiempo, esos que te hicieron vislumbrar mis pequeñas cicatrices, cuando aún no conocías todas esas historias que se escondían bajo la planta de mis pies, o en la palma de mis manos. Cicatrices de guerras pasadas, de batallas presentes, de duelos futuros. De pasados, que una vez superados, vuelven dispuestos a convertirse en un presente perpetuo. De tú a tú. De tú a mí. Tú y yo. Tú, que siempre vuelves a mí, conmigo porque no te da miedo luchar, porque ya has visto lo que pasa cuando me rompo, cuando escribo entre sollozos, cuando pregunto a la nada el porqué, y me ahogo en la ansiedad de no encontrar una respuesta, de no tenerla, de no querer buscarla. Y luego estás tú, de nuevo tú, siempre tú, que me encuentras, me amas, me proteges, me salvas… y me impulsas, de una vez y para siempre, a volar.
A ti hermana, por todo, por nada, por siempre.