Amores que matan

El amor es, cuidándolo de forma adecuada, una de las cosas que le dan sentido a la vida, pero otras veces es solamente un lastre que nos hace caer.

Parece que nos da miedo hablar de las relaciones enfermizas, y es que estas se fundan y se mantienen mucho más de lo que queremos o nos gustaría, pero ocurre. Tendemos, de manera generalizada, a justificar cualquier comportamiento cuando estamos enamorados. Esto puede ir desde pequeños desprecios hasta grandes humillaciones y vejaciones, aunque no siempre tiene que ser en ese orden o de esa forma. Y es que si una cosa tenemos que tener clara es que amar no puede doler, no puede hacernos daño. No estoy hablando de típicas peleas en las que es normal que a veces se recurra a frases o acciones (fuera de la violencia física o psíquica), que puedan hacernos pasar un mal rato, hablo más bien de esa típica sensación de vacío en el pecho que te acompaña día a día, y moldea tu personalidad a la imagen y semejanza de quien dice amarte. 

Si alguien te ama, y verdaderamente lo hace tal y como lo dice, te amará bien, más y mejor, sin prisas ni presiones, sin segundas intenciones, sin dolor, porque una cosa está clara, el amor está para vivirlo y no para morir lentamente por él.

Así que no te dejes matar.

Tu sexo sentido

Escóndete, tarde o temprano se darán cuenta de que no hay droga más eficaz que la que sujetan tus labios cuando sonríes, y es que sabes apuntar y disparar con ese brillo en los ojos que funciona como pólvora cuando te miro. Aunque ya estás acostumbrado a que te miren, puesto que la envidia delata a todos aquellos que desean ver tu sexo sentido, como si no fueran suficientes los otros cinco. Pero te encanta. Te encanta ser ese arma de destrucción pasiva que atrapa, araña y desgarra sin ni siquiera quitarse la ropa. 

Edipo lloraría al verte desnudo. Ya no le valdría de nada mirar su reflejo, y no le culpo, no solemos ser testigos de tal arte en vivo, y es que algo tan bello nunca puede morir.

Sandra Haya

Calentamiento hormonal

No voy a exculparme de ninguna de mis palabras o acciones, escudándome en el hecho de tener tan sólo la edad en la que comienza a ser legal comprar alcohol, porque si hay algo en lo que de verdad estoy de acuerdo conmigo misma, es en el hecho de que los años que voy cumpliendo sólo son una representación gráfica de que sigo viva. Estos dieciocho años de sonrisas retratadas en un marco de dolor, sólo me han servido para alcanzar la madurez mucho antes que la paz conmigo misma, y es que muchas veces es mejor aceptar que hay cosas que no van a cambiar, a morir en el intento de un imposible.

Yo soy ese imposible tan roto como fuerte, definición constante de un antónimo viviente. Inconformista por naturaleza en un mundo forofo de la producción en cadena. Feminista, sensible, y un poco hija de puta.

Voy perdiendo la cordura a medida que alguien muere, sin saber si sentirme mal por no mirar hacia otro lado, recordándome a mí misma que todos somos inocentes.

Me fustigan por hablar de sexo y son todos ellos los que más gimen. No se puede dar la cara censurando algunos temas, sobre todo cuando llevamos una libertad inventada como bandera que sólo sirve para generar un sentimiento de bienestar simulado, que se va cuando nos quitamos las máscaras y nos dejamos ver. Yo por mi parte seré lo que sea, pero si tengo que pedir perdón por algo que sea por follar más y mejor. 

Tengo muchos defectos, pero si de algo soy inocente es de no mentirme a mí misma. Quizá sea parte de un masoquismo de libro abrir mis cicatrices cada día, pero cuando todo el dolor se esfuma sólo quedan las ganas de echar a volar de una rutina cada vez más asfixiante, que sólo ralentiza su ritmo cuando yo comienzo a escribir, y es que a veces no nos damos cuenta de lo importante y sano que es dejarnos escuchar. 

He aprendido a amar lo que hago, y he dejado de quitarle importancia, al darme cuenta de que además de carecer de razón, presiono más fuerte en la herida que hay en mi pecho, que crece cuando me infravaloro una y otra vez.

Quiero pensar que estoy en el sendero adecuado, ese que un día me llevará a caminar sin cuestionar mis pasos, ese que un día me hará amar quién soy.

(O no)

Sandra Haya