Puedo ver lo mismo que tú, oler lo mismo que tú, sentir lo mismo que tú.
Puedo llorar lo mismo que tú, soñar igual que tú, luchar igual que tú.
Pero no soy igual que tú.
No puedo correr como lo haces tú, ni jugar como lo haces tú, ni saltar como lo haces tú.
Porque no soy igual que tú.
Soy una de las 120.000 personas estimadas que hay con parálisis cerebral en España.
La incidencia anual de parálisis cerebral infantil se estima en 2 a 2.5 por cada 1.000 nacimientos, y yo fui uno de esos nacimientos.
Y es que no soy igual que tú.
Y porque no soy igual que tú, necesito ayuda.
Una ayuda en forma de operación que llevo esperando un año y cuatro meses.
Pero no me estoy muriendo y ese, aunque suene raro, es el problema. Puesto que como no me estoy muriendo, todo se puede posponer, dilatar y hacer esperar.
Pero yo ya estoy harta de tener paciencia, de tropezar y de caerme una y otra vez.
Pero claro, como no soy igual que tú, y tampoco igual que ellos, nunca sabrán lo que es caerse antes de, tan siquiera, saber lo que es estar en pie.