Había una vez…

Lo que no nos cuenta el narrador interesado, es que la princesa no lloró más una vez que el príncipe se hubo marchado. Entendió que tarde o temprano ella hubiera huido sin esperar ningún zapato de cristal, que el palacio se le hacía demasiado grande y el príncipe demasiado pequeño. Que sus sueños estaban embutidos en una sonrisa de esfinge y sus miedos estaban escondidos tras un ‘todo va bien’. Entendió que ya no necesitaba más capítulos de una historia acabada, que eso ya se lo dejaría a otra a la que le gustaran las historias usadas. Que ella no deseaba pasar página, ni comenzar otro capítulo. Comprendió que quería y necesitaba ser, la única protagonista de una historia en la que las perdices fueran plato único, y esta vez y para siempre, únicamente para ella.

Igual que tú

Puedo ver lo mismo que tú, oler lo mismo que tú, sentir lo mismo que tú. 

Puedo llorar lo mismo que tú, soñar igual que tú, luchar igual que tú. 

Pero no soy igual que tú. 

No puedo correr como lo haces tú, ni jugar como lo haces tú, ni saltar como lo haces tú. 

Porque no soy igual que tú. 

Soy una de las 120.000 personas estimadas que hay con parálisis cerebral en España. 

La incidencia anual de parálisis cerebral infantil se estima en 2 a 2.5 por cada 1.000 nacimientos, y yo fui uno de esos nacimientos.

Y es que no soy igual que tú.

Y porque no soy igual que tú, necesito ayuda.

Una ayuda en forma de operación que llevo esperando un año y cuatro meses.

Pero no me estoy muriendo y ese, aunque suene raro, es el problema. Puesto que como no me estoy muriendo, todo se puede posponer, dilatar y hacer esperar.

Pero yo ya estoy harta de tener paciencia, de tropezar y de caerme una y otra vez.

Pero claro, como no soy igual que tú, y tampoco igual que ellos, nunca sabrán lo que es caerse antes de, tan siquiera, saber lo que es estar en pie.

This is my revival

Miro hacia atrás y me parece mentira que sea la misma chica que hace unos meses cerraba la puerta a la felicidad. Tantas cosas han cambiado en mi vida en tan poco tiempo que soy incapaz de enumerarlas. He sido capaz de aprender a decir que no, o al menos a intentarlo. He empezado a quererme por encima de cualquier otra persona que pueda venir y pisotear mi autoestima de nuevo. He comenzado de nuevo, en un mundo que está demasiado desgastado como para seguirme la corriente. Pero no ha sido fácil. Mentiría si dijera lo contrario, y os invitara con una sonrisa a embarcaros en la travesía en la que yo me vi navegando a mitad de verano. Y es que a la vida nunca le ha gustado eso de poner las cosas fáciles, y yo desde luego no he sido una excepción en su norma. Han sido tantas noches sin dormir, tantos gritos atrapados en la almohada y tantos reproches que se han quedado en mi garganta incapaces de salir por miedo a hacer daño…que por un momento me vi incapaz de continuar. Incapaz de seguir con esa aventura que comencé hace dieciocho años. Me sentí sin ganas, sin fuerza, sin vida…hasta que sin previo aviso decidí que si me daba la vuelta únicamente fuera para que el mundo me tocara el culo. 

Y así fue como me convertí en la heroína de mi historia, interceptando al destino para que no tuviera que volver a decidir por mí.