Podría quedarme llorando toda la vida, hasta desgastar mis ojos y malgastar mis lágrimas. Podría gritar en silencio, hasta hacer explotar mis pulmones, a sabiendas de que nadie se daría cuenta. Podría desperdiciar mi vida llorando los errores, pero entonces, todo dejaría de valer la pena, y no me podría conceder el privilegio de quererme y por lo tanto, de cambiar.