…ya no me puedes perder.
Nunca había creído en las segundas oportunidades, hasta que llegaste tú, demostrándome que valía la pena intentar por tercera vez algo que no supimos valorar a la primera.
Ahora sonrío con tanta fuerza que me cuesta reconocerme entre tanta felicidad mal disimulada, y es que hasta en nuestros días más grises, siempre sale el Sol. Eres unos de esos motivos por los que me levanto con más fuerza, poniéndole una venda en los ojos al miedo y dejándolo perdido en cualquier lugar.
Nunca podré dejar de darte las gracias por todo lo que día a día consigues con sólo darme la mano, y susurrarme al oído lo tonta que soy, y lo mucho que me quieres.
Soy muy, muy feliz.
Contigo.