Ella grita en silencio por miedo a que alguien la pueda escuchar. No quiere que nadie la vea así porque por fuera es fuerte, solo por fuera. Se cepilla el pelo una y otra vez y se viste con su vieja sonrisa de siempre que solo los que la conocen saben interpretar. Sale a la calle y deja que el aire choque contra su cara durante dos o tres minutos más, antes de encaminarse lejos de ese lugar que ya no es ‘casa’ porque ya no da esa seguridad a la que antes se agarraba. Ahora es al contrario. Llegar allí es como darse de bruces con la puta realidad y joder, que malo es toparse con algo que te niegas a ver aunque sepas que está ahí, que siempre está. Intenta mantener la calma y recuperar la compostura antes de volver a hablar. Añora con todas sus fuerzas ese abrazo que nadie le da pero todos necesitan. No tiene fuerzas ni para quejarse, porque mañana todo será igual. Otro día más.