Hay días en los que no quieres levantarte de la cama, simplemente no tienes ganas de afrontar con una sonrisa a esta sociedad que no sabe ver más allá de su propio beneficio. Miras la foto de ese pequeño, con la cara enterrada en la arena mientras las olas acarician su cara, tal y como horas antes lo había hecho su madre. Y los sentimientos por aquello ya se han evaporado, camuflados por el día a día, por ese «eso nunca me va a pasar a mí «. Olvidamos demasiado rápido, y nos acostumbramos a lo bueno demasiado pronto.
Sandra Haya