Arce es nombre de árbol, y Haya también.

Posiblemente sea porque ha sido mi único apoyo, la única que sabe todas y cada una de mis faltas, mis secretos y mis miedos. Quizá fue cuestión de azar, de suerte, del simple destino que hace con nosotros lo que se le antoja sin ni siquiera preguntar primero. Ese hilo rojo que nos mantiene unidos a esa persona que significará algo en tu vida y dejará huella en ella.
A veces me pregunto que hubiera pasado si ella no hubiera entrado en mi vida, si esa conversación que propició un acercamiento nunca hubiera existido, si ese momento de dejar los reproches y las mentiras a un lado nunca hubiera llegado. Siempre quise una amiga así, que estuviera ahí en las buenas en las malas, encerrada conmigo en la oscuridad y llevándome de nuevo hacia la luz. Como si fuera mi cuidadora, esa que día a día me ayuda a diferenciar entre lo que está bien y lo que está mal y me advierte de los simples peligros de la vida. Como una amiga, como una hermana, como mi apoyo incondicional, como esa persona que pase lo que pase, aunque sean los años, siempre estará ahí.

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Sandra Haya

Bendita sociedad.

Hay días en los que no quieres levantarte de la cama, simplemente no tienes ganas de afrontar con una sonrisa a esta sociedad que no sabe ver más allá de su propio beneficio. Miras la foto de ese pequeño, con la cara enterrada en la arena mientras las olas acarician su cara, tal y como horas antes lo había hecho su madre. Y los sentimientos por aquello ya se han evaporado, camuflados por el día a día, por ese «eso nunca me va a pasar a mí «. Olvidamos demasiado rápido, y nos acostumbramos a lo bueno demasiado pronto.

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Sandra Haya