Él nunca quiso escuchar lo que el corazón de ella latía, ansioso, por ser escuchado. Él vivía atado de pies y manos a unos celos que habían sido fundados en relaciones fracasadas del pasado. Ella lo entendía pero poco a poco su corazón se iba cerrando hacia aquel hombre que sólo escuchaba lo que sus miedos, ansiosos por destruir cualquier ápice de esperanza, se dignaban a decir. Y por mucho que el amor predominara en su mirada cuando de manera furtiva la observaba, ella echó a volar, antes de que él cortara sus alas.
Sandra Haya